viernes, 6 de mayo de 2011

Lectura Recomendada II


Sobre Danza y palabra
Por Leyson Ponce
PRESENTACIÓN:

El siguiente trabajo resume desde la dificultad del ejercicio de la danza como manifestación de la expresión intangible, una aproximación  a   su esencia  como desafío de una  experiencia  profunda  por ser  lenguaje de una intrincada dimensión de las expresiones del alma en movimiento. El  límite entre la instancia de la escritura y de la danza es si se quiere en este ensayo un espacio   de  roce, de extravío, de encuentro y hasta de manera azarosa de una reinvención   dinámica de su permanencia como resonancia en tiempos de globalización.





“El origen de la danza es un exceso de vida”
Paul Valéry



La danza  labora en lo  sobrante de  la vida, sin ese espacio sobrante sería solo vida sin excesos. Por eso la danza se sobrepone a una vida limitante, porque es en ese “extra”  donde trasciende lo ordinario rompiendo con el  tiempo en su linealidad, creando un sobre tiempo  en su  energía y con ello  movimientos que intentan  constantemente  llenar el espacio de la incertidumbre.

¿Deberá entonces entenderse lo que está  más allá  de la vida  como la muerte misma?.
 Podemos comprender lo que sobra como un “resto” que   utiliza la vida para que la expresión más pura  del movimiento descubra formas vitales del inconsciente como códigos de un lenguaje del alma. La danza entonces es vida en la  vida, no acepta el habla  de la conciencia, utiliza  ésta  para editar los sonidos de un discurso que visualiza su contenido en la trascendencia, como un rebote, como un desafío a librar en tiempos  de contrastes y de esquizofrenia de la información.



La frase que ha motivado el inicio de esta reflexión ha partido del análisis que hiciera Paul Valéry sobre el arte del movimiento. No nos deja de maravillar su ubicación en la  metáfora del espacio cuando nos sitúa en el exceso como una extra fuerza creadora, como trabajo de todos los sentidos, más allá del cuerpo: la resonancia.

Si bien el acto de observar la danza ha generado en grandes pensadores la inquietud de dialogar con ella desde la palabra como una prolongación del movimiento, la expresión de lo indecible no deja de ser un acertijo de múltiples interpretaciones y nos ubica en la gran paradoja de comprender que nombrar la danza tiene el pecado de limitar la trascendencia de su configuración.

La danza centra su vivencia  en el inconsciente del creador, pero esta vivencia es una contradicción  entre la conformidad de la imagen y la inquietud  por comunicar algo que pareciese  innombrable como la esencia del Di-s Judeo Cristiano. Son las composiciones métricas o acepciones de la palabra lo que podría permitir acercarnos a lo indecible del movimiento como un parafrasear en el vacío. Así emerge el gesto como codificación de ese silencio. ¿Pero es este gesto una acción corpórea únicamente?, no lo creemos, compartimos más bien la idea de pensar este gesto como una apertura al misticismo, a transitar por el  éxtasis místico para ser más exactos, comparado éste al mismo orgasmo: a lo extenuante.

El gesto es una acción que perfila la literalidad, puede regodearse con el detalle, pero en sí, no posee identidad propia sino la infundida por la danza como impulso  de vida.

La danza como instrumento  de reconocimiento a si misma: el impulso de vida.

El acto de nombrar lo indecible es un ejercicio  de revelación. Cuando intuimos con la danza, esta nos sitúa  en la fragilidad de su origen.  Surge entonces la forma  que enuncia y dibuja  el destello de la creación. Un coreógrafo  es  la estancia de una mirada. Reestablece un equilibrio que pareciese perdido en el inconsciente, de esta manera nos otorga un sistema intrincado de resoluciones que conforman un orden escénico estructurado en  el pensamiento  del convocado. Esta estructura  que mencionamos no es otra cosa que la codificación del decir en el vacío. Entonces, codificar en la danza podría significar el establecimiento y orden de lo significado por el cuerpo. Significante y significado trascienden el equilibrio que modula todo idioma en su sonoridad establecida, en la danza esto es un transito movible que gira hasta el propio vértigo del intento por recuperar lo que somos en lo que tenemos: la comunicación.

Un coreógrafo sintoniza con sus cuerpos e  invierte las cosas de la vida para hacer que haya más vida. El impulso creador es comunicación porque enuncia y es enunciado. Se enuncia desde lo que somos y somos aquello que, desesperadamente moviliza el orden de las cosas con la pretensión de crear nuevas cosas. Ahora esta cosa a la que hacemos referencia es el intento por hacer real ese orden. Jaques Lacan teoriza generando un concepto de la cosa o  “Das Ding” a un algo muy profundo en el inconsciente e imposible de ser conocido por el sujeto  ( de allí que sostiene su cualidad real), e introduce el concepto del objeto  que puede ser transformado. Lacan dice: “ …en la sublimación se eleva el objeto a la dignidad de la cosa…” .
Con respecto a la sublimación Lacan se sostiene en la figura de la metáfora, en la cual hay una transformación del objeto.
Cuando aparece la sublimación por metáfora es cuando aparece el verdadero acto creador.

Lo que sucede entre la danza y la palabra

“El universo debería culminar en la hechura de un libro”
S. Mallarme

La palabra queda desnuda y desolada en el espacio. ¿No sucede con el bailarín interpretando el movimiento?. ¿No es el cuerpo para la danza la palabra en el espacio?. La palabra esta detenida en el papel pero la danza se detiene en la memoria, entre lo detenido del movimiento y lo detenido de la palabra, recogemos la imagen que retenemos los lectores y espectadores como una imagen para ser proferida.

El espacio es algo vivo y en la danza labora en la memoria. Para los danzantes el contenido espacial es un adentro y un afuera donde el cuerpo debe ser un instrumento contingente que intente equilibrar ambas dimensiones de lo exterior y lo interior. El cuerpo es entonces el margen concreto entre lo que pienso y lo que hago.

El universo de la danza es una limitación muy peculiar, porque nuestro espacio en la creación posee su materialización en la memoria. Somos arte intangible, pero esa cosa efímera del arte en movimiento es el universo concreto de su representación. Los limites de la danza son infranqueables, nos atrevemos  a enunciar de manera muy disímil a la relación que hiciera Mallarme en el nacimiento de un libro, que el universo de la danza jamás terminara en la coreografía, porque ésta es un cúmulo de imágenes del cuerpo más allá de la vida, en un espacio donde la palabra todavía está  como imagen para ser proferida.
Fuentes

Lander Romulo. El enigma de la creación. En VVAA Arte y Locura Museo de Bellas Artes. Caracas 1997. Pág. 256.


Valery Paul. Filosofía de la Danza. Tomado de: Revista Universidad de México. Ciudad de México. Numeros 602-604 Marzo-Mayo del 2001.

Roger Garaudy. Danzar su Vida. Editions du Seuil. Paris, 1973.

Stephan Mallarme. El Cisne. Revista Independencia. Parìs 1885.



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